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En una media hectárea de vestigios arqueológicos, entre los ríos Valladolid, Palanda y Chinchipe, la población de la cultura Mayo Chinchipe-Marañón, desde hace más de 5.300 cultivó uno de los tesoros de la humanidad, el cacao, la base principal para crear chocolates con aromas, sabores y combinaciones impensables.
Ecuador se enorgullece de decirle al mundo, que el origen del cacao se encuentra en el país del centro del mundo, que permitió la distribución de este producto a través de los canales comerciales para llegar a países del sur como Perú, y centro América como México.
Caminamos por un yacimiento arqueológico modesto, sus restos son pequeños e imperceptibles, pero su valor va tomando fuerza al caminar por el sitio, donde un guía describe que el lugar se compone de dos espacios representativos. El primero comprende la plaza ceremonial de 40 metros de diámetro, donde es posible observar desde un punto estratégico, la forma de un jarrón con asa, que muestra el conocimiento de nuestras culturas, al mirar el equilibrio en la construcción de sitios simétricos, donde la presencia de los opuestos, es indispensable.
La historia va tomando forma mientras cada rastro encontrado es interpretado, así transitamos por el segundo espacio, en forma de espiral, que nos permite viajar en el tiempo para imaginar la veneración a dioses de la naturaleza como la serpiente, el águila arpía y el jaguar, que aparecieron moldeados en vasijas de los restos encontrados en las tumbas ocultas en la estructura de espiral, donde se enterraban a los más altos representantes de los Mayo Chinchipe.
En este espiral, se hallaron vasijas, ofrendas, botellas de asas con estribo, con restos de almidón de cacao, que permitieron en 2007, a través de una investigación franco-ecuatoriana determinar, que los restos de cacao eran los más antiguos, así el eje de producción madre, era justamente en el centro del mundo, Ecuador.
Antiguamente, el yachak (sabio de la población) era quién lideraba las ceremonias, y en ella se consumía una bebida sagrada a base de la fermentación de la pulpa del cacao. El producto posee un nombre científico “Theobroma cacao” que en Latín significa “alimento de los dioses”, su nombre fue otorgado por Carl Linneo, en el siglo XVIII, reconfirmando que por siglos este alimento fue un alimento de gran valor.
Una herencia familiar del cacao
“Este tesoro del país, me alienta a trabajar con el cacao, que es nativo de Palanda. Además, me ha permitido comer y compartir con otros compañeros esta delicia. El cacao y su historia viajan por el mundo, desde mi huerta. No pensé encontrarme con diferentes amigos para conversar y dar a conocer sobre el cacao”, menciona Ángel Maldonado, productor cacaotero de Palanda.
El medio siglo de vida de Ángel ha dedicado para el trabajo con cacao. De padre orense y madre cuencana, el legado y amor por el cacao, se impregnó en su vida desde los ocho años. Su papá transmitió el valor de este fruto sagrado, que actualmente es parte fundamental para la economía de la familia Maldonado, quienes artesanalmente muelen las pepas y las distribuyen a diferentes sitios, como una pasta de cacao de sabor único.
Dos mil plantas de origen de árboles centenarios son parte de la producción de Ángel, quien destaca que trabaja a diario para conservar las plantas sin enfermedades. Una labor constante y dedicada.
“Sabemos que el cacao se originó en esta zona, tenemos plantas antiguas. Yo me siento alagado de tener el cacao originario. Desde hace 22 años, me dediqué a sembrar con pocas plantas, y me alegraba verlas cargar. A mi padre le gustaba mucho el cacao, y es una herencia”, indica Ángel, mientras muele las pepas, que posteriormente las convertirá en una deliciosa taza de chocolate, la misma que nos acompañó, mientras el sol se ocultaba por las montañas de Zamora Chinchipe, pintando el cielo de colores naranjas, como queriendo no pasar desapercibido, mientras nuestra atención se centraba en el alimento sagrado, el cacao.
El amor por su esposa, lo llevó a Palanda. Y el sueño como familia es realizar chocolate, su necesidad un molino más grande que otorgue la finura a la pasta. Su esposa e hija ayudan a Ángel a seleccionar las mejores pepas. Los fines de semana y en diferentes ferias comparten el sabor del cacao fino y de aroma, auténtico de Palanda, con una buena taza de chocolate con leche, bien acompañado de una humita o tamal.
“El cacao tiene un valor hermoso, es una pepa de oro que implica un trabajo duro, pero al final es gratificante porque sé que es un cacao único, el mejor cacao”, sonríe Ángel.
Ecuador reescribe la historia del cacao, con el hallazgo en 2007, y de esta manera suma un hito que nos permite sentirnos orgullosos de la pepa de oro, que germinó en tierras ecuatorianas, y se distribuyó a todo el mundo para ser en la actualidad uno de los productos más importantes para la gastronomía mundial.