Entre los Andes y la Costa ecuatoriana, sobre una llanura de pie de cordillera formada por depósitos aluviales, cubiertas de cenizas y arenas volcánicas; yace la Tierra de los Encantos, La Maná. Entre historias y cánticos, los que la visitan quedan alucinados por sus aguas cristalinas y bosques húmedos.
En vehículo, la historia inicia a más de 14 kilómetros de La Maná, por carretera lastrada al Estero Hondo, que llega al recinto La Envidia. El recorrido te regala el gusto de conocer de cerca plantaciones inmensas de banano y cacao de las manos de laboriosos productores Lamanenses.
Llegando al sitio, el siguiente tramo se realiza caminando por un bosque nativo, en dirección al cerro La Olivita. La entrada tiene un costo de 1 dólar, en el lugar la temperatura promedio anual es de 25 grados centígrados y las aguas de las siete cascadas son frías, una particularidad absoluta en todo su esplendor.
A 10 minutos de caminata se encuentra la primera maravilla natural que a primera vista uno se enamoran de la caída de agua, bautizada como la Chorrera San Martín, en honor a sus propietarios.
Después de tomar impulso y varias fotografías del lugar, el recorrido continúa a la segunda Chorrera denominada Escondida, que toma su nombre, debido a que su corriente emerge entre grandes piedras y árboles frondosos. Junto a esta chorreras se puede disfrutar de la naturaleza y degustar deliciosas parrilladas que ofrecen los habitantes del sitio.
Después de momentos de relax y deliciosa gastronomía, continuamos en la conquista de todas las chorreras. A 5 minutos encontramos a la gigantesca cascada de La Muerte, reconocida por tener una caída de más 80 metros de altura, un verdadero lujo en medio de la selva subtropical. Muy cerca se ubica la cascada del Amor, reconocida por ser un refugio privilegiado para los novios y parejas que disfrutan de la exuberante vegetación.
Y la aventura continúa con gran esfuerzo y ánimo tras trepar por cuerdas y barrancos. En medio de árboles aparece una de las cascadas más visitadas “Tobogán”, preferida por los bañistas, especial por el deslizamiento de agua natural sobre rocas que bajan a una posa de agua cristalina, lugar de fantasía para nadar en medio de peces de colores y piedras brillantes.
Finalmente conquistamos en el punto más alto del Zapanal, la cascada de La Tina de piedra y la Piedra de los arrepentidos. Desde allí se puede apreciar la majestuosidad de la vegetación de la zona rodeada de cultivos de maíz, yuca y verde. Este hermoso sitio abarca cerca más de 50 hectáreas y pertenece a la familia Sanmartín desde hace 57 años.
Es importante contratar los servicios de un guía profesional, y equiparse con los implementos necesarios como: agua, gorra, protector solar, calzado cómodo e implementos para bañarse. Recuerda no arrojar los desperdicios en la zona y guardarlas hasta un depósito adecuado.
El viaje es una experiencia más de aventura, que ofrece el Ecuador, en medio de sus cuatro mundos.